Un blog es una bitácora o un diario o un espacio para compartir ideas, reflexiones, vivencias, experiencias... El microblog es poder sintetizar en pocos caracteres eso mismo. Debo confesar que las dos opciones me resultan desafiantes. Si bien en la infancia y adolescencia tenía la costumbre de llevar diarios íntimos, agendas, libretas en las que expresaba mis sentires y vivires, hace años que no lo hacía y ahora me encuentro con la posibilidad de hacerlo on line. No solo esto implica acostumbrarse a publicar aquello que antes quedaba guardado en un cajón o en una mochila, sino también estar preparado para recibir los más diversos comentarios y al mismo tiempo no perderse en la enorme cantidad de enlaces y accesos que se abren a otros espacios, a otras bitácoras, a otros estilos de contar, narrar, pensar.
Es cierto que borrar y reescribir se vuelve más fácil y entonces lo que decimos no aparece con el peso de lo eternamente sellado. Es cierto también que esto nos lleva como las fotos digitales a enfrentarnos a la posibilidad de esmerarnos en la toma o simplemente disparar para luego ver qué pasa.
¿Cómo navegar por la blogosfera y por la red de twitter sin sentirse desbordado por tanto expresado, tanto dicho, tanto compartido? ¿Alguien más experimentado tiene algunas claves para compartir?
Mientras espero esas claves, comparto este chiste ...o este diagnóstico...